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... de la Red |
Paseaba plácidamente por el campo un tranquilo domingo de Diciembre. Iba sola, pues aquel día algo en su fuero interno le decía que era la mejor forma de ponerse en sintonía con aquella mágica Naturaleza. Y mientras lo hacía, con pasos lentos y medidos, todo a su alrededor quería acompañarla en su marcha. Imaginaba que la tarde le sonreía al ver su corona de luces rojas y malvas extenderse sobre las verdes colinas de los montes completamente nevados: un recuerdo lejano del año anterior que aún palpitaba pegado a sus retinas. Ese invierno había conocido a Paolo, un italiano que era compañero en la Facultad de Filosofía de su ciudad, que estudiaba allí con la ayuda de una beca Erasmus. Sí, el Mundo le parecía más pequeño que una cáscara de nuez de la que un pequeño trozo de su arrugada superficie correspondía a Europa, y de ése, una pizca mucho más pequeña a Italia. Había llegado otra vez la Navidad, pero ahora Paolo ya no estaba; quería decir físicamente a su lado, aunque su intenso recuerdo permaneciera completamente fundido con su piel. A ella nunca le pareció un amor total, pero tampoco pasajero: se querían mucho y se regalaban constantemente caricias y sobre todo lo que más le encantaba era dejarse llevar completamente cuando él aprisionaba sus pequeñas manos entre las suyas. Era atractivo, un chico físicamente casi perfecto o lo que es lo mismo, con ligeras imperfecciones que daban al conjunto de sus facciones, cara, pecho, cuerpo, brazos, piernas, una simetría que se le antojaba demasiado equilibrada para ser de verdad. Lo más parecido a un efebo, pero no a una escultura de mármol, sino a un hombre hecho de carne y hueso. Y mientras repensaba todas estas cosas, Paolo se esfumó de su mente como una mariposa en vuelo: un hálito, su inconfundible perfume de siempre ... y nada más.
De pronto, se quedó ensimismada unos minutos, no podríamos precisar sus instantes, y de nuevo recobró su pausado andar y comenzó a tomar razón de ser en sí misma, entre las cosas y para las cosas; algo la empujaba a sentir de esa manera, impulsada seguramente por un instinto terráqueo que la enraizaba fuertemente a la Naturaleza misma: un don extraño concedido por los dioses que habitan en la fantasía de nuestra mente. ¿O tal vez eran reales y la acompañaban a distancia con objeto de que experimentara algo? No estaba muy segura de donde procedía aquella fuerza, pero su cuerpo se sentía pletórico como nunca lo había estado antes. La Naturaleza le hablaba desde muy adentro de sí y esto creyó que le decía:
----"Fíjate en cuantas flores silvestres tengas a tu alcance: por ejemplo, las humildes amapolas. Pareciera que todas son exactamente iguales, mirando reflejas en dirección al Sol para tomar la energía que necesitan y así crecer y alimentarse; pero no te equivoques, eso no es más que una idea preconcebida por el ser humano cuando mira, pero en modo alguno ve. Presta mucha atención, deja que tu alma se sincronice con ellas, respira a su compás, ve y oye. Y ya verás..."
Y así lo hizo y ¡oh, maravilla de las maravillas! Los colores, las formas, los tamaños, todo se tornó al instante en un mundo diferente. Y las margaritas se movían como si estuviesen inspiradas por una energía que les permitía cambiar de fisonomía, de modo que les surgieron facciones distintas. Y pasados unos segundos, cada una de ellas había adquirido una personalidad propia: las había muy espigadas, o más gorditas, de caras amables o más serias y responsables; todas distintas y bellas al fin. Y observando y observando dirigió su mirada hacia una de ellas que le pareció especialmente singular. Y cuando lo hizo, ésta le habló:
---- No te extrañes de lo que ahora puedes ver. El Mundo no es exactamente como los seres humanos creéis, pues depende de qué mirada le pongamos, a través de qué cristal observemos su esencia, que es mucho más profunda de lo que podéis imaginar. Sólo a determinados seres y en determinadas circunstancias le es regalado ese don que ahora mismo tú posees. Disfrútalo porque luego has de volver a la realidad que ya conoces bien. Y seguramente pensarás: ¿qué sentido tiene todo esto? Uno sólo: que cuando regreses a tu estado habitual, extiendas este sagrado conocimiento y lo compartas con cuantos seres humanos se crucen en tu camino. Así debe ser y así ha sido siempre: un privilegio de elegidos. Y no me preguntes el porqué, pues tendría que decirte que lo desconozco.
No podemos precisar que tiempo pasó: ¿por qué acaso en tales situaciones deberíamos hablar de la presencia del tiempo? Sea como fuere, la chica de la que no diré nombre alguno por si alguien que lea este relato desea ponerle uno, despertó a su realidad de siempre y se halló tumbada sobre una inmensa pradera de margaritas que le parecieron todas iguales Y pudo rememorar en un instante, casi infinitesimal, cuanto había vivido. Se recompuso poco a poco y siguió caminando tranquilamente. Fue entonces cuando recuperó de nuevo la imagen de su idolatrado Paolo, aquel a quien se entregaba totalmente cuando él estrechaba sus pequeñas manos entre las suyas.
Poco más podemos añadir al respecto, ya que nunca sabremos a ciencia cierta si todo aquello que le sucedió formaba parte de la realidad o no era nada más que un producto de su fantasía.
Que bello relato querido amigo. Si realidad o fantasía, no importa, lo importante es el mensaje recibido desde su interior, desde su ser interno. La mirada que procede del alma y nos permite ver con claridad lo que los ojos no ven. Ver con detalle diferenciado lo que a simple vista nos parece igual y uniforme y que lo hace único.
ResponderEliminarUna vez más para mi es un texto muy instructivo y que invita a la reflexión.
Un fuerte abrazo querido amigo.
Te agradezco en todo cuanto vale tus palabras. Sin duda captas la intención con que lo he escrito; y como bien sabes, pues eres escritora, para un autor eso es muy importante: que el mensaje que se has propuesto transmitir llegue lo más fiel posible a los demás.
ResponderEliminarMe hace feliz que te haya gustado.
Un fuerte abrazo para ti también.
Hermoso relato , escribir ya es un arte nos invita a reflexionar muy lindo , un cordial saludo
ResponderEliminarGracias por su amable comentario cuanto por la aportación que hace. Saludos cordiales.
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