jueves, 30 de noviembre de 2017

The End



... de la Red


"Sueño de sueños, hilados entre sueños, dentro de ese cine de máscaras que somos nosotros mismos: el cine de las sábanas blancas".

          El actor descorrió la sábana que ocultaba su faz bajo la luz de gas. Iracundo, corroído por el espanto de no saber dónde estaba, percibió primero el movimiento de las sombras que ocupaban los asientos de la sala y se tranquilizó; luego, algo más calmado, pudo advertir el andar titubeante y las exageradas perlas de sudor que se deslizaban por la cara amoratada de su antagonista en la película de cine mudo que protagonizaban.
          Sin embargo, en la pantalla, totalmente blanca, saltó la sangre y se esparció sobre la cabeza descoyuntada de una monstruosa muñeca, mientras siete caballitos de mar, que recorrían nadando los cielos, traían las primeras estrellas de la noche prendidas en sus pequeñas bocas. Los espectadores, petrificados, completamente absortos e imantados por la diabólicas butacas, tuvieron que contemplar a la fuerza cómo se desarrollaba la terrorífica escena. De pronto, los caballitos de mar convulsionaron abruptamente y se transformaron todos a una en un terrible dragón de siete cabezas que engullía cuanto encontraba a su paso. El fuego derretía los muebles del escenario, las hermosas telas de lino traídas expresamente de Egipto.
            Un atrezzista grito: "Fuego, fuego, el teatro se quema y con él se acaba la representación de cine mudo; salgan rápidamente, evacúen la sala".
       Mientras esto decía aquel pobre hombre, y los espectadores huían despavoridos, el dragón volaba rozando con sus nervudas alas el rico artesonado del techo del teatro y desportillaba a la vez las molduras que adornaban, con un recargado gusto rococó, los suntuosos palcos rematados por doradas pinturas. En ese justo momento, al oír los aparatosos gritos del gentío, desperté. Lamentablemente no pude ver la función completa. Otra vez será, espero -me dije-: que las pesadillas suelen repetirse siempre.


                                            



 



 

lunes, 27 de noviembre de 2017

Meditando sentado en un deslucido sofá de cretona amarilla






CADÁVER DE UN HOMBRE AÚN SIN IDENTIFICAR
(Escena Segunda)

            Cuando comienzo a prestar atención a la estancia la percibo especialmente cálida, aunque un cadáver esté en ella en estado de primera descomposición. De él sólo sé su nombre, además de algunos otros detalles que por ahora no debo desvelar. Puedo advertir que se trata de un hombre de edad cercana a la madurez, ya imposible. De mirada fijada para siempre en un rostro que denota nobleza, su tez blanca y sus ojos azules parecen indicar que podría ser un extranjero. Sus manos sin vida tienen una extraña rigidez simbólica, como si hubiese decidido envolverlas en un gesto, mitad ademán, mitad palabras. ¿Pero que puede decirme con su pose este cadáver? Todo, si lo miro con detenimiento, aunque pueda abrir con ello muchos otros interrogantes que ahora no estaría en condiciones de explicar.
            Echo una mirada en derredor mío y observo una multitud de libros y enseres mal ordenados, apilados aquí y allá, como si la persona que tengo muerta ante mis ojos hubiese carecido en vida de toda suerte de norte y orientación. ¿Quién es realmente, y en qué situación vivía antes de convertirse en un cadáver? Aunque no puedo precisarlo aún, seguramente por dicha razón la ansiedad ante tal enigma me estimula a seguir adelante con mis pesquisas.
            La verdad es que no alcanzo a comprender porque fui yo el elegido para ir a buscarlo, cuando mi relación con la empresa no es más que coyuntural. Un tal Arsenio Lafuente, viejo conocido del gremio, dicen que es quien se encarga casi siempre de este tipo de asuntos. En fin, me ha tocado a mí y debo resolver el caso de alguna manera. Ellos esperan en un tiempo prudente mis conclusiones y, además, necesito el dinero que han prometido pagarme.
            Una vez sentado en el deslucido sofá de cretona amarilla que hay en el salón-comedor, medito en todo lo que debo hacer antes de dar aviso a la autoridad local para que hagan acto de presencia en el lugar.




                                                  













sábado, 25 de noviembre de 2017

Un Ángel con cara de Mujer


... de la Red


            Una lluvia de palomas blancas cayó del cielo y éste se abrió de par en par mientras yo miraba arrobado sin que mis ojos pudieran dar crédito. En ese preciso momento, me pareció oír una música de suaves violines que brotaba de entre nubes ardientes y quedé completamente paralizado cuando una voz dentro de mí me habló en el silencio de la tarde:
            "Mira hacia arriba y verás..."
            Y como un niño candoroso no supe que hacer y me detuve a esperar bajo un frondoso árbol que encontré en aquel extraño y solitario paraje.
            Apenas unos instantes transcurrieron y ella descendió de los cielos.
            Verdaderamente no logré percibir con claridad persona alguna; sólo pude contemplar ante mí la figura resplandeciente de un ángel con cara de mujer. Sentí como su mirada luminosa me atravesaba el corazón y comprendí de una sola vez lo que el Amor significaba, algo que había buscado a lo largo de toda mi existencia sin haberlo hallado jamás.
            Luego, como si viajara en un vertiginoso rayo de luz, desapareció ante mis ojos tan rápidamente como había venido.
            Ahora cuando lo pienso, no sé si fue realidad o sueño. Nadie, ni yo mismo, podrá sacarme nunca de esta duda.
            Sin embargo, sin saber por qué, hoy me siento un hombre nuevo lleno de energía y con ganas de vivir.
            ¿Debemos creer, pues, en los milagros?
            Yo creo que sí. Juzguen ustedes mismos. Yo soy ya un romántico empedernido.


                                     











jueves, 23 de noviembre de 2017

El Confidente



... de la Red


            Con puntualidad prusiana y paso firme, como es habitual en él, justo a las ocho en punto de las mañana, Hermenegildo Plaza entra en la comisaría del distrito de Vallecas.
            ---Buenos días a todos. ¡Hoy van a rodar un montón de cabezas! Ramírez, ¿ha colocado usted sobre la mesa de mi despacho la carpeta que le pedí ayer?
            ---Sí, jefe; ya sabe que sus mandatos son órdenes para mí --se atragante al hablar--. Digo...; digo bien, señor.
            ---Muy bien, aquí está. ¿Pero y el nombre y número de teléfono del confidente?
            ---Verá, señor comisario: la verdad es que Anselmo, que había establecido el primer contacto con el susodicho, aún no ha aparecido por comisaría. Ayer se marchó a mediodía diciendo que tenía que resolver un asunto relacionado con el caso "Vacas Locas"
            ---¿Vacas Locas? ¿A quién se le ha ocurrido dar ese nombre en clave al robo de animales de la finca El Rodeo? --Sale del despacho a la sala principal y gira en redondo mirando con cara de pocos amigos a las mesas en las que trabajan tres policías y el inspector Bejarano, recién llegado de la Jefatura Provincial de Policía de Badajoz.
            ---¡Pues sí que estamos listos! Seguro que habrá sido idea del propio Peláez, el cerebrito del grupo. ¿No es así, Ramírez?
            ---Lo cierto es que yo mismo lo alenté en su propósito; en el fondo Anselmo estaba dubitativo, pensando que a usted no le iba a caer en gracia el nombre. -- El inspector Bejarano, el mismo que habla, se levanta de su mesa dirigiéndose al comisario, aunque manteniendo una prudente distancia con él.
            ---No decía yo que hoy iban a rodar cabezas. Por lo visto debo de ser un ogro; sé muy bien que por detrás me llamáis así. Pero luego, cada cual tira de la manta por donde le place. Un día de estos... --Mientras habla mira fijamente al inspector Bejarano y éste, algo contrariado, le retira la mirada y se vuelve a su sitio--. ¡Me cachis en to los mengues! Ramírez, quiero aquí a Anselmo Peláez en media hora. ¿Entendido?
            ---De acuerdo, jefe. Haré todo lo posible por localizarlo.
            Nada más sentarse de nuevo tras la mesa de su despacho, suena su teléfono personal. Una voz familiar al otro lado de la línea le habla:
            ---Señor comisario: soy el confidente. No intente llamarme ni buscarme: estoy en paradero desconocido y con los bolsillos forraos; ya sabe, el asuntillo ese de las "Vacas Locas". Seguramente ya le habrán dicho en comisaría que estuve dudando un poco acerca de que nombre en clave ponerle a la operación. Saludos, señor, y hasta nunca.
            No le ha sido posible contestar, porque la conversación se ha interrumpido, pero aún así dice en voz alta:
            ---¡No he visto un tipo más iluso e incauto que éste! ¿Cómo se pueden colocar en el mercado veinte caballos de pura raza robados? ¿No será que estoy soñando?






 













miércoles, 22 de noviembre de 2017

Marie Blanche






... de la Red

    

              Marie es alta y delgada y su color de tez me recuerda el blanco de la nieve en invierno en los altos picos de las montañas. Bueno, quiero decir que es preciosa, pero de una piel blanca como la leche, algo arenosa al igual que la aplanada superficie del azúcar refinado. Digo bien: tal vez un yogurt blanco y azucarado puede que le haga honor a su espalda semidesnuda y expuesta al sol radiante en un día de poniente. En fin... qué decir de su esbelto cuello de garza, que ayuda a dibujar su efigie a contraluz sobre el espumoso acantilado de una desierta playa de la costa mediterránea. Es la pura claridad, el áurea del firmamento cuando mi alma se siente mustia y transita por entre túneles de negro carbón.
           Pero si me preguntáis si conozco bien a Marie, he de deciros que no; apenas si la he visto un par de veces sirviendo copas tras la barra del Moonlight, un concurrido pub que se encuentra al final de la rambla principal de Vilablanc. Y si creéis que existe Vilablanc, es justo porque Marie existe también dentro de ese pequeño pueblo de pescadores. Toda ella parece que encerrara dentro de sí su mágico entorno repleto de naturaleza; resume sin saber por qué una verdad escondida en lo más profundo de mi corazón.
           Sin embargo, en el fondo todo resulta contradictorio, ya que apenas si he hablado con ella un par de veces, para pedirle una birra o una vermut de mediodía. ¡Pero que demonios tienen algunos seres, humanos o no, que se adueñan de nuestra alma nada más toparnos con ellos por primera vez! Ese es mi caso con Marie: ¡siempre tan misteriosa! ¿Queréis creerlo?
           Su sonrisa me paraliza de bella que es. ¿Quién dice que no soy un tímido redomado? Cuando la contemplo tengo la impresión de estar a punto de coger entre mis manos un delicado jarrón de porcelana de la dinastía Ming. ¿Y si se me cayera al suelo y se me rompiese? Seguro que es única y por supuesto su valor es incalculable, me digo mientras mis ojos se extasían y recrean su figura angelical de arriba a abajo. ¡No tengo remedio! Mientras lo pienso, Marie me observa con cierto interés, pero no alcanza a imaginar cuáles son mis intenciones; posiblemente deduce por mi mirada que albergo algún tipo de deseo hacia ella, cosa natural cuando sabe que son muchos los que la pretenden
           Algunas veces pienso que soy un tramposo con una pizca añadida de maldad, mezclada con un poco de infantil ingenuidad. Lo digo porque el otro día le hice una foto a escondidas con mi móvil y la tengo de fondo de pantalla en mi ordenador. Es bonito verla jugar al escondite entre los iconos multicolores e imaginar que me susurra mientras le dedico este texto de amor que ahora mismo escribo. ¡Vaya, acabo de hacer una instantánea fotográfica a mi propia alma! En este preciso momento me estoy contemplando como si fuese un personaje más de este pequeño relato que comencé a escribir hace unos minutos. Ella surgió como por arte de magia dentro de mí, traspasando la frontera del mundo de las ideas para convertirse en pura realidad. Marie, que era sólo ficción, se ha hecho de carne y hueso; ha ido tomando poco a poco existencia propia con sólo haberla imaginado. Y no puedo evitar decirme después de experimentar este pensamiento: ¡chico, no eres más que un idealista!
           En fin, como esta historia no pasa de ser un pequeño relato de ensoñación, he decidido cerrarla ya con una imagen instantánea que ahora mismo invade por completo mi ser.
           Acabo de atravesar la puerta del Moonlight y apenas si puedo ver su interior al estar en penumbras debido a su luz de ambiente. Poco a poco, conforme me acerco hasta la barra, voy recuperando totalmente mi visión; doy por supuesto que he pasado de un mundo a otro: ¿tal vez de la realidad a la fantasía? En cualquier caso, aquí aparece de nuevo Marie; me mira intensamente primero para segundos después brindarme una sonrisa acompañada de un gesto de complicidad. ¿Qué habrá querido decirme con todo eso? No lo sé; aún me debato en sueños entre sus brazos.









viernes, 17 de noviembre de 2017

Cadáver de un hombre aún sin identificar




... de la Red

                     Me observo parado en mitad del camino y por un momento giro la cabeza hacia atrás presintiendo que alguien pueda seguirme, pero no es así y continuo andando. Luego, conforme avanzo, dejo discurrir de nuevo la mirada perdida en el lejano horizonte, recorriendo paso a paso la línea del infinito camino que atraviesa la campiña: a lo lejos, algunos álamos y abundantes chopos adornan los verdes márgenes del pequeño riachuelo local. Poco después, logro por fin adivinar en qué sitio puedo encontrarme. Mientras el calor ablanda mis huesos y el sudor me baña el rostro, consigo finalmente llegar hasta una pequeña casita construida con adobe y techumbre de paja, cuyas angostas ventanas entreabiertas dejan escapar un viejo olor a leña ya quemada. Tengo la sensación de que debe de ser el final de mi viaje, según los datos que me han sido confiados algunos días antes. Y efectivamente, así es. En la pequeña habitación rectangular que hace las veces de salón comedor, sentado en una destartalada y vieja mecedora, muerto ya y en completo abandono, se halla el cadáver de un hombre aún sin identificar.