lunes, 8 de enero de 2018

"Tócala otra vez, San"


 
... de la Red


             Hoy he visitado el Café de siempre: mi preferido. Pero lo he hallado casi vacío, sólo algunos parroquianos de media mañana charlaban plácidamente mientras disfrutaban de un café o una copa de bourbon. Y he de reconocer que miraba ansiosamente hacia un lado y otro del amplio salón por si aparecías. Me entretuve contemplando las volutas del humo de los cigarrillos que me parecían que dibujaban tu cuerpo al compás de la música de aquel piano que tocaba una lánguida melodía reconocible. No era esa exactamente, pero a mi mente llegaron de pronto las imágenes de la película Casablanca. En un segundo plano, por un insospechado prodigio de mi mente, logré tararear al mismo tiempo y sin perder el ritmo las emotivas notas de aquel otro piano. Las memorables palabras de Lisa Lund diciendo "Tócala otra vez, San" , o "Tócala una vez", "Tócala San", resonaron en mi cabeza, justo en el momento en que tú apareciste tras la barra del Moonlight: ahora sí digo el nombre del establecimiento en el que me refugio todas las mañanas para intentar poder verte. No siempre es posible lograrlo, aunque hoy sí lo he conseguido, y acompañado por el golpeteo de dedos sobre las teclas de un viejo piano, mi alma ha sobrevolado como un volcán de delirantes emociones con cada una de las notas de esa canción.
            Cuando has hecho acto de presencia, me has dedicado una sonrisa de complicidad como otras veces en que te apetece decirme algo y no puedes hacerlo porque tu jefe te vigila y espera que hables lo justo con los clientes. Yo no soy obviamente Rick Blaine, pero en una ocasión especial como ésta estoy dispuesto a creérmelo. Mira si es así que acabo de encender un cigarrillo Malboro para convertirme por un instante en Humphrey Bogart e incluso morir de amor por ti; aunque tú no lo sepas, ni siquiera lo sospeches. Ahora mismo te sigo mirando y mientras doy constantes caladas a este cigarrillo que mantengo entre mis dedos me parece que estoy junto a ti en el Café de Rick, pero como a él mismo le sucede, inevitablemente te me escapas, y ese es mi triste dilema, no en la gran pantalla sino en esta dura realidad que me ha tocado vivir. "Tócala otra vez, San --me digo a mí mismo--, que mientras sigan sonando esas prodigiosas notas de piano podré mantenerla a mi lado unos segundos más, aunque sé que sólo ha de ser un sueño".


                                         
 

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